
Recuerdo cuando era pequeña y mi madre hacía Cabello de Angel (sidra en dulce, le decía ella, y nosotros también). La receta, antigua, le fue pasada a mi madre por
Pepa, heredada a su vez de la suya.
Me llamaba mucho la atención un detalle que nunca entendí el motivo: para abrir la sidra la estrellaban contra el suelo y ésta se desgranaba en varios pedazos. Me decían que era así como había que hacerlo para que saliera más buena.
A mí me resulta más fácil cortarla con un cuchillo, amén de evitar toda la cocina pringada con las salpicaduras.
Imagino que más de uno y de una habrá hecho esta receta. A los que no lo han hecho todavía se la recomiendo. Es fácil y cunde mucho, además de ser eso, verdadero Cabello de Angel.
Ingredientes:
- Una Sidra
- Azúcar (la misma cantidad que el peso de la carne de la sidra)
- Agua
- Canela en Rama
- Clavos
Elaboración:
Cortamos la sidra por la mitad y la ponemos en la olla a presión, añadiendo agua hasta cubrir la sidra hasta la mitad. La tenemos cociendo (en la olla a presión tradicional) unos 30 minutos.
Con cuidado de no quemarnos la sacamos del agua (el agua se desecha), y la dejamos enfriar, mejor de un día para otro.
Procedemos entonces a sacar toda la carme de la sidra, que se suele desprender muy fácilmente, (yo suelo arrancarla de la cáscara con un tenedor para que salgan más hebras) y con paciencia retirar todas las pepitas o semillas que pueda tener.
Más o menos así es como se queda la cáscara después de sacar la carne, como veis, completamente limpia.
Ahora toda la carne que hemos sacado la pesamos y la metemos en una cazuela, con la misma cantidad de azúcar que lo que nos ha pesado la carne.
Añadimos la canela en rama y unos cuantos de clavos y la ponemos a fuego lento.
Se deja cocer durante unos 30 o 4 minutos, hasta que se le vea consistencia al almíbar, y esté espesa.
Y ya, tan sólo dejarla enfriar y envasarla en tarros de cristal. Yo antes les hacía el sellado al baño maría para que duraran más, pero he descubierto que metiéndolos en el congelador quedan igual.
Se puede comer tal cual, aunque es excelente para relleno de tartas o bizcochos, y más excelente aún como relleno de tartaletas de hojaldre con unos piñones por encima.